El
rock n roll como música del diablo, la televisión como medio de
control de los cerebros, el entramado eléctrico como causa de
enfermedades de todo tipo, los videojuegos como forma de destrucción
neuronal, la vacunación a modo de envenenamiento promovido por los
gobiernos... ¿a alguien le suena?
Todos
estos clichés -afortunadamente más minoritarios en nuestros días-
se entremezclan y renuevan ahora en perjuicio de la tecnología. Para
ciertos sectores, parece ser que esta es la culpable si no de todos,
de una inmensa mayoría de nuestros males. Internet es un espacio
cuya única finalidad es el ocio malsano, las redes sociales nos
deshumanizan, los teléfonos móviles dan cáncer y el Whatsapp
idiotiza sin remedio alguno a millones de adolescentes en todo el
mundo.
Este
discurso se repite como un bucle a lo largo de la historia. El eterno
debate reaccionista, de carácter meramente conservador, frente a
toda forma de evolución que represente un cambio en nuestras
arraigadas costumbres. Resulta curioso no obstante que a pesar de
todas estas predicciones apocalípticas hayamos sobrevivido,
presumiblemente sin mayores percances.
Recuerdo
a aquel profesor que nos quitaba el casette en los recreos del
colegio, porque ese aparato nos convertía en seres asociales.
Aquellas notas que nos pasábamos después por debajo de la mesa, en
las que nos contábamos que aquel hombre era un aguafiestas. Porque
no cabe duda: era un verdadero aguafiestas.
Recuerdo
a mi abuelo, que era un gran tipo aunque de vez en cuando me dijese
esas cosas que yo no entendía como: “En mis tiempos esto no
pasaba”, que más de uno habréis escuchado o incluso dicho.
Imagino ahora el miedo, lo que pasa por la cabeza de alguien que
desconoce lo que está pasando a su alrededor, que le es
completamente ajeno e incomprensible y que opta por la negación a
modo de improvisada defensa hacia ese mundo que irremediablemente
está cambiando.
Después
pienso: “Todos llegaremos”, pero aún me queda tiempo. Aún puedo
sentirme afortunado de poder seguir aprendiendo, descubriendo a donde
puede llevarnos esta evolución tecnológica y disfrutando de las
increíbles posibilidades que nos puede brindar. Porque no hay por
qué tener miedo de aquello que te has molestado en conocer.
Porque
los aguafiestas seguirán existiendo para señalar a ese adolescente
del autobús que habla con su amigo a través del chat del teléfono
y decir: “Mirad que idiota”, en lugar de interesarse en
comprender por qué eso resulta tan entretenido.
Y
es que, podrán cambiar los medios, pero las costumbres
permanecerán ahí, inalterables: como el paso del tiempo.
Así es. No podemos poner puertas al campo. La tecnología no es el mal, el mal reside en cómo usemos esa tecnología. Y puede que nos haga mal en algunos aspectos y que en el futuro ocurra algo catastrófico debido a nuestro desarrollo, pero no dejará de denominarse desarrollo y es imparable e irremediable todo lo que ocurra. No va a parar.
ResponderEliminarHombre, a mi sí que me parece un poco triste cuando ves un grupo de chavales por la calle y en vez de hablar entre ellos, están mirando cada uno para su móvil, pero bueno...
Por cierto, perfecto el fotograma del monolito. Espero que no acabemos superados por nuestra propia tecnología...
Estoy de acuerdo con Jaime: no hay nada bueno ni malo, todo depende del uso que le demos. El progreso es fascinante pero es tan rápido que entiendo que de un poco de vértigo. Pero es la naturaleza humana, no podemos parar de investigar e intentar ir mas alla. La curiosidad siempre será mas fuerte que el miedo.
ResponderEliminarClaro, no quería referirme tanto al grupo de chavales que no se despegan de los teléfonos si no literalmente al chico que está en un autobús hablando con otro a través del móvil.
ResponderEliminarEl instrumento en si no es perjudicial, lo que puede ser perjudicial es el uso que se le de, por eso lo que digo es que antes de decir eso de "vaya tonto", mejor aprender a entenderlo, ver como se puede utilizar de manera responsable y poner con ello enseñar esa forma de uso. Básicamente para que un chico pueda hablar con otro en el autobús pero también sepa disfrutar de una conversación cara a cara y valorarla. No se si me explico :-)